Bandinis y bandidos, fans todos de Dan Fante y también de su padre,
nos reunimos ayer en Heliogábal para rendir homenaje al hombre y a la
estirpe (y de paso presentar en sociedad Primera Persona).
Si algún autor nos ha impulsado a sacarnos de la manga algo como
este festival, ése es John Fante. Si algún autor vivo es su digno
heredero (más allá de que, efectivamente, sea su vástago) ese es Dan
Fante. Y lo demostró a lo grande.
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Antes habían leído escritores que escriben porque leyeron a Fante.
Eso no es fácil: autores que cambian vidas. Escritores que se cartean
con Dan, que piensan que John está a la altura de los grandes, que
bautizan a sus hijos Bandini y que tienen correos electrónicos con el
mismo nombre. Fan(te)s.
A Dan le gustó cómo sonaban sus vivencias explicadas en español, en
voz de Cristina Fallarás, Francesco Spinoglio, Laura Fernández y Lucía
Lijtmaer. Antes, abrió el acto Raúl Argemí. Con más tablas que un teatro
con mucha solera, tuteó a Dan y la entrevista que publicara en su día
en Sigueleyendo fue la mejor carta de presentación.
Después, Otero y Amat insistieron en poner discos algo más oscuros
de lo habitual: sonaron The Chills, Zounds y Theoretical Girls (y el "Out of my mind on dope and speed" de Julian Cope) pero la
cabra tira al monte y todos acabamos bailando Los Canguros, Pistones, The Bats, Chango
Abellán, Sting-Rays y Ludus.
En esos momentos Dan ya debía estar en el hotel, acompañado por los
amables editores de Sajalín, con los que organizamos el acto, y también
por su familia.
¿Porque hemos dicho que conocimos a una
tercera generación Fante? Un niño con melena rubia y Beckelar, y con un
brillo en los ojos que no dejó de centellear ni un segundo, aplaudió a
rabiar cada lectura. Era el nieto de John, el hijo de Dan. Y nos
encantó conocerlo. Porque esta historia continúa.