23 mar 2016

YO FUI RUNNER DEL PRIMERA PERSONA (per Aïda Camprubí)


Cuando me ofrecieron el trabajo no tenía ni idea de que se trataba. Me alucinaba la perspectiva de trabajar para Kiko Amat y Miqui Otero en un festival al que había ido varias veces y tantas otras me había quedado sin entrada por esos rotundos sold out, que me hacen quererles tanto como maldecirles. Quizás deberían alquilar el Fórum, pero tendrían que cambiarle el nombre al de Persona ‘un millón quinientos’ o El Último Mono y ya nos hemos sentido así demasiadas veces. Entonces me llamaron para hacer de runner, cuando aún pensaba que los runners eran esos seres odiosos que salen a correr vestidos como superhéroes, aspirando los humos de la ciudad, que se gastan medio sueldo en unas bambas y generalmente corren mal, jodiéndose las rodillas. Pero para estar allí, ver todos los espectáculos por delante y por detrás del escenario, sin la opción de quedarme fuera, me pondría ese maillot de alienígena y saldría a correr por donde fuera.

17 mar 2016

MELODÍAS, IMÁGENES, RITMOS Y SONIDOS CHISPORROTEANTES Y SUCULENTOS


Los amigos del Primera Persona me piden que cuente cómo será mi concierto y cómo siento mi presencia en el festival, así que aquí me dispongo a desplegar mis buenas vibraciones:

En primer lugar, los directores del Primera Persona son Miqui Otero y Kiko Amat, dato relevante para mí. Apenas le conozco pero Kiko Amat lleva años enviándome toneladas de fuerza desde la distancia y me agarro a sus palabras cuando siento lo insignificante que es mi música o dudo de mis capacidades.

Kiko me envía toneladas de fuerza y a cambio, yo le envío chorizos ceboleiros de Orense y prometo cariño eterno.

En segundo lugar, tocar en BCN siempre es fantástico; hace una década que trabajo y edito discos con sellos catalanes –Bcore y La Castanya- . Me siento feliz bajo la ética de la pasión y el punk que ellos profesan porque aunque yo parezca una popera redomada, necesito que haya punk. Siempre es genial volver, pasar el rato y ver a todos los amigos que viven en la ciudad.

15 mar 2016

COMO ZANÓN CONOCIÓ A MARSÉ


Durante años compré libros por su título o portada. Me estrellé con doce años con una edición de Bruguera de Si te dicen que caí, en sus primeras cincuenta páginas. Recuerdo a mi padre –que no entendía que me diera por los libros- cogiendo el ejemplar, y al comprobar que era Marsé, en cierto manera para él, uno de los nuestros –taxista, derrotado, charnego-, no haciendo ningún comentario, como dándome la bula para seguir leyendo. Pero abandoné el libro. No volví a Marsé hasta muchos años después. Cuando leía a Casavella, y había quien citaba a aquél como referencia. Ronda del Guinardó me pareció una joya. Sin solución de continuidad El embrujo de Shangai me ganó para la causa. Aún es mi favorito. Me imaginaba al escritor como un personaje de western de las películas de los sábados por la tarde. Alguien no muy locuaz. De palabras justas. Un tipo honesto. Alguien que te daba lo que tenía sin hacer trampas o mover las pulseras para que te distrajeras con la musiquita y no con la trama o de qué estaban hechos los personajes. Me gustó la ternura. El aroma a traición que el mundo adulto ejerce sobre la infancia. Esos niños feroces, mentirosos, irreductibles. Esos adultos que desaparecen, que nadie sabe realmente a dónde han ido a parar. Un día volveré creo que fue la siguiente y es más que obvio que cuando escribía Yo fui Johnny Thunders la tenía en mente. Me lo acabé leyendo todo. De las últimas, Si te dicen que caí. Entendí la voladura de cabeza de mis doce años, claro.