John Cooper Clarke (Salford, 1949). Poeta punk, bardo de Salford, caricatura andante de sí mismo, escuálido dandi del inframundo y tipo afilado en general, John Cooper Clarke es uno de los artistas más procaces, mordaces y estimulantes de la poesía performance de todos los tiempos. La palabra es su estoque, su campo de batalla, su (a menudo única) herramienta. Sacó álbumes en sellos pop; compartió escenario (a solas, como un jabato) con músicos que imponían respeto como Sex Pistols, Buzzcocks, Elvis Costello o The Fall; Martin Hannett (de Factory Records) le produjo un disco; atravesó con dificultad una ominosa adicción a la heroína y unos días sin huella; compartió casa y vicio –pero no lecho- con Nico (Velvet Underground); protagonizó anuncios de cereales; desapareció y reapareció un par de veces; fans ilustres se fueron amontonando a su puerta (Arctic Monkeys, Plan B); la Universidad de Salford le concedió un título honorífico; puso música al final de un capítulo de Los Sopranos; y sigue aquí. Calzando botines de tacón cubano, con ese espléndido peinado nido-de-cigüeña, la lengua afilada como nunca y el cerebro en modo hipervelocidad. No se pierdan ni una coma.