Me llamo Pablo y tengo 22 años. Soy de un pequeño pueblo situado en la Vega Baja del Segura (zona similar al Sant Boi natal de Kiko Amat pero en versión cazurra y provinciana). Estudio, por decir algo, Magisterio. Conviene decir que también soy lector vocacional, beodo a tiempo parcial, monitor de natación e hincha del Atleti.
En apenas un mes recorreré algo más de 500 km para poder asistir al Primera Persona. Los culpables directos de mi viaje son sus directores por haber montado algo que más que un festival para mí es como un bar. Un buen bar, además. El Primera Persona se podría resumir como un espacio donde se juntan toda clase de parroquianos para contarte su vida. Así de simple.
Ahí reside la magia de este bar: uno acude allí sabiendo que va a escuchar todo tipo de historias que podrían pasarnos a cualquiera. Uno va allí sabiendo que va a ser acogido por el resto de la parroquia porque al igual que el resto de la clientela también tiene una historia que contar. Hay que añadir que a este bar acuden tipos como Ben Brooks, Robert Foster, Junot Díaz, Shalom Auslander o Irvine Welsh, por citar a algunos.
Por eso merece la pena dejar de lado las obligaciones propias de un hombre de bien (estudios, trabajo, familia, etc.) para pasar tres días metido en un bar así escuchando batallitas mientras suenan de fondo acordes de Robert Foster, los Surfing Sirles o Teenage Fanclub. ¿Vosotros no haríais 500 km por estar en un sitio así?
En apenas un mes recorreré algo más de 500 km para poder asistir al Primera Persona. Los culpables directos de mi viaje son sus directores por haber montado algo que más que un festival para mí es como un bar. Un buen bar, además. El Primera Persona se podría resumir como un espacio donde se juntan toda clase de parroquianos para contarte su vida. Así de simple.
Ahí reside la magia de este bar: uno acude allí sabiendo que va a escuchar todo tipo de historias que podrían pasarnos a cualquiera. Uno va allí sabiendo que va a ser acogido por el resto de la parroquia porque al igual que el resto de la clientela también tiene una historia que contar. Hay que añadir que a este bar acuden tipos como Ben Brooks, Robert Foster, Junot Díaz, Shalom Auslander o Irvine Welsh, por citar a algunos.
Por eso merece la pena dejar de lado las obligaciones propias de un hombre de bien (estudios, trabajo, familia, etc.) para pasar tres días metido en un bar así escuchando batallitas mientras suenan de fondo acordes de Robert Foster, los Surfing Sirles o Teenage Fanclub. ¿Vosotros no haríais 500 km por estar en un sitio así?